Jóvenes, mayores, solteras, casadas, viudas, limpiadoras, maestras… Ninguna empuñó un fusil, pero todas contribuyeron al funcionamiento del Quinto Regimiento. El historiador José María García Márquez elabora una muestra con las mujeres que formaron parte del cuerpo militar de voluntarios de la II República.
lamarea.com | 13.04.17 | Olivia Carballar
Antolina Mata Díaz mira a un punto
perdido. Tiene los labios finos, apretados. El cabello peinado hacia
atrás. Su rostro surcado de arrugas. Es lavandera. Tiene 65 años.
Francisca Gómez Cobo y Pilar González Andrés son sastras de 14. Matilde
Landa, 32 años, es responsable de personal sanitario. También hay
limpiadoras. Y cocineras y enfermeras y sirvientas y mecanógrafas y
jornaleras y peluqueras y administrativas y matronas, intérpretes…
Jóvenes, mayores, solteras, casadas, viudas, trabajadoras fuera del
hogar y dentro de las casas. Ninguna de ellas empuñó un fusil, pero
todas fueron milicianas. “Ellas no fueron fotografiadas por Gerda Taro ni Robert Capa, sino por el fotógrafo del Quinto Regimiento
sentadas en una silla en el patio. No solo había jóvenes sonrientes y
valientes que empuñaban un arma como mostraban las fotografías que se
publicaban”, explica el historiador José María García Márquez, que ha elaborado una muestra de las mujeres de este cuerpo militar de voluntarios de la II República creado tras la sublevación.
De las 26.736 fichas recogidas en el archivo, 513 corresponden a mujeres (1,92%). La mayoría procedía de Madrid y, sobre todo, de sus barrios más humildes. Los ingresos se produjeron desde el mismo 18 de julio. “El primero que hemos encontrado es el de la madrileña Emilia Cabello Pascual, de la que no poseemos fotografía ni los datos completos de su ficha y que, posiblemente, pueda tratarse de un error en su fecha”, sostiene García Márquez. El domingo 19 de julio y el lunes 20, otro pequeño grupo de seis mujeres se incorporaron al cuartel del antiguo convento salesiano, entre ellas la modista María Morales García, de 24 años, o la “fregachina” (como reza en su ficha) Victoria Quijorna, de 44.
“Contar con numerosas mujeres para el
desempeño de múltiples tareas de organización e intendencia permitió a
los mandos dotarse de una infraestructura muy superior a la que tuvieron
otras unidades del Ejército Popular. Los trabajos de limpieza y lavado
de ropa, la cocina, la costura y reparación de uniformes, el ropero del
regimiento, etc. fueron siempre menos valorados y, sin embargo, muy
importantes para la milicia. Limpiando cocinas y comedores, letrinas y
oficinas, dejaron patente su generosa contribución a la lucha contra la sublevación.
Y no solían ser sus rostros precisamente los que recogían las
fotografías que se llevaban a la prensa”, insiste el historiador.
Áurea
Carmona Nanclares era la única maestra nacional que consta. Ingresó en
el batallón Thaelmann y fue destinada como enfermera al hospital de
sangre de Rascafría. Murió en prisión en 1939 después de ser detenida y
denunciada al finalizar la guerra. “En algunos casos -añade el
historiador- la cualificación profesional de varias de ellas supuso una
aportación decisiva a las necesidades de todo tipo que tuvo el Quinto
Regimiento desde el primer momento. Por ejemplo, las taquimecanógrafas y
mecanógrafas jugaron papeles muy valiosos como auxiliares y secretarias
de los mandos, tanto en la comandancia general como en la organización
administrativa de varios servicios”. Este
fue el caso de Margarita de la Fuente, Pilar Muñoz Falcón, Carmen
Capafons Gómez, Julia Díaz Caballero, Esperanza Gil Lozano y Luisa
González Fernández.
En los
servicios médicos y sanitarios también fue fundamental la participación
de las mujeres, que, además de organizar, formaron a muchas auxiliares
en un contexto en el que no cesaban de llegar heridos del frente: “Estas
mujeres, a su vez, desempeñaron un reconocido papel en botiquines,
pabellones y quirófanos, a veces en las inmediaciones de las líneas del
frente con un riesgo indiscutible”, añade García Márquez. Destaca los
nombres de seis jóvenes del Socorro Rojo Internacional: Agustina García
Caamaño, María Luisa Gómez Redondas, Ana Lera Lillo, María Luisa López
García, Margarita Martín Jiménez y Carmen Ortega Sampedro. Mercedes
Gómez Otero, que también ayudaba en la enfermería, fue detenida en julio
de 1939. Recorrió las cárceles del régimen en diferentes periodos
durante 21 años hasta que obtuvo la libertad en 1961. “Posiblemente haya
sido una de las mujeres que más tiempo haya estado en prisión durante
la dictadura”, expone el historiador.
Sobre
su afiliación política, García Márquez detalla los 146 casos en los que
se especifica su militancia (un 28,46% frente al 66,75% de los hombres,
como recoge el profesor Juan Andrés Blanco Rodríguez en El Quinto Regimiento en la política militar del PCE en la Guerra Civil
(UNED, 1993). La mayoría de ellas -90- pertenecían a UGT. El resto
militaban de forma repartida en el Partido Comunista, Juventudes
Socialistas Unificadas, CNT, Mujeres Antifascistas, Partido Socialista,
Izquierda Republicana y Federación Universitaria Escolar. “La milicia en
el Quinto Regimiento llevó a muchas mujeres a consolidar su militancia e
ideología y después de terminar la guerra siguieron luchando de forma
ejemplar”, añade el historiador.
Un
ejemplo: Encarnación Juárez Ortiz era modista y tenía 35 años cuando se
integró en el batallón Garcés en Córdoba. Luego marchó a Jaén, donde
vivía y donde fue detenida al terminar la guerra. Logró ocultar su paso
por las milicias republicanas aunque no su destacada militancia en el
PCE de Jaén desde enero de 1938. En el sumarísimo que se le instruyó
-detalla García Márquez- fue considerada por la Secretaría de Orden
Público como «peligrosísima» para la Causa Nacional y la sociedad y
condenada a 20 años de prisión. Consiguió salir en libertad condicional
en julio de 1943, pero tres años más tarde, por sus actividades
clandestinas, fue detenida de nuevo y sometida a terribles
interrogatorios que le provocaron un intento de suicidio. No salió de
prisión hasta 1951.
Pilar Bueno Ibáñez, modista madrileña, ingresó en agosto en las filas del Quinto Regimiento con 26 años. Cuando terminó la guerra, pasó a formar parte del clandestino comité provincial del PCE en Madrid. Fue detenida y fusilada junto a otras doce jóvenes el 5 de agosto de 1939. Era la mayor de las Trece Rosas. “Es de justicia recuperar sus nombres y así poder testimoniar un pequeño pero necesario homenaje a su trabajo. Las milicianas son ellas también, no se olvide. Lo dejaron todo para luchar en el puesto que le encomendasen y en el destino que fuese, y hay que reconocerles esa valiente actitud”, concluye el historiador.
Fuente: https://www.lamarea.com/2017/04/13/las-milicianas-no-fotografio-capa/